Nobleza guerrera en el Museo Arqueológico
La 'Fíbula de Braganza' representa el fructífero intercambio entre las distintas culturas mediterráneas y ayuda a comprender el carácter de nuestros antepasados íberos.
La pieza, que pertenecía a la Casa Real portuguesa de Braganza, es ahora propiedad del Museo Británico y está tasada en un millón y medio de euros. Una oportunidad única para contemplar por vez primera en España esta obra maestra de la orfebrería de la Edad de Hierro. La fíbula representa a un guerrero desnudo que porta un escudo y un casco celtas. Se supone que la imagen del militar se corresponde con la del príncipe ibérico que encargó la obra.
La veneración y mitificación de los animales era uno de los rasgos de la cultura íbera. La bestia a la que se enfrenta el guerrero de la fíbula representa la fiereza y la muerte, lo que se traduce en el guerrero en valor y maestría en la guerra.
En el mundo íbero, la aristocracia era la única casta que se dedicaba al ejercicio de las armas. Aunque la hoja de la espada que sostiene el guerrero no se conserva, ésta se trataría muy probablemente de una falcata, el arma íbera más conocida, admirada y temida en todo el Mediterráneo.
El relieve de Osuna, también presente en la exposición, muestra la imagen del guerrero con la falcata, que pasaría a formar parte del armamento romano. Llegó a convertirse en la segunda arma más utilizada después de la espada de hóplita y la que más víctimas causó, liderazgo que ostentó hasta la introducción de la pólvora.
Las armas íberas eran únicas e intransferibles; se fabricaban personalizadas para cada guerrero y no debían utilizarse por nadie más que su dueño, de ahí que se enterraran con ellas quedando así éstas inutilizadas. Este de lazo de unión era tan fuerte que, antes que rendirse ante el enemigo, estos guerreros optaban por entregar su propia vida.
Aguerridos y austeros
Los guerreros de la antigua Iberia tenían fama de ser nobles y aguerridos, aun vencedores en combate respetaban al enemigo. La desnudez del guerrero del broche muestra otra de sus características, la austeridad. Su lealtad en el combate era tal que en la batalla de Cannas, Aníbal, que desconfiaba de sus tropas galas, alternó a éstas con las íberas sabedor de la 'devotio' de estos soldados, cuyo compromiso se mantenía firme hasta el final.
El estilo y la calidad de las formas muestran la autoría griega del broche de oro. La fíbula constituye un testimonio del contacto cultural entre Grecia y la Península Ibérica, un comercio que alcanza su punto álgido en los siglos V y IV a.C., momento que coincide con la consolidación de la cultura ibérica.
El encuentro dio lugar a piezas maestras como ésta que revela la asimilación del arte y los conocimientos griegos, que los íberos traducirían adoptándolos a su propia cultura para transmitir un mensaje de poder que ha conseguido pervivir hasta nuestros días.
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